Madre de Dragones (Por Gabriela Cerruti)

El regreso de Cristina Kirchner sacude el tablero político. Su liderazgo ùnico, directo, femenino. Un movimiento que permite cuestionarse y no se mira con inocencia, pero sigue levantando las banderas de la política.

Un ejército de barones políticos, jueces, periodistas, hablando fuerte y decretando el fin del kirchnerismo y la desaparición de Cristina que entran en pánico apenas se pronuncia la palabra “Vuelve”.

Parece ser la marca de esta época.

Cristina ya fue.

Cristina no conduce.

Cristina ya no importa.

Cristina va a terminar presa.

Todos re serios, re enojados, re contundentes.

Una bravuconada tras otra. Mucho traje y café, y mirada a cámara.

Entonces alguien, en una red social, dice “Vuelve”, y miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera, y no la cuestiona y sabe que ella está, y vuelve.

Y ellos empiezan a hacer el ridículo. Dudan si correr para la foto, o hacer una denuncia, o pedir una encuesta. Se llaman, se preguntan. ¿Viene para quedarse? ¿Quiere ser candidata? ¿Cuándo se vuelve? Y proclaman que no van a verla, pero mueren por recibir un llamado. Y si reciben un llamado, se les quiebra la voz para contestarle.

Ella vuelve, con la serenidad de lo irreversible.

“Vuelve”. Miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera.
Este fin de semana ya no tenemos Game of Thrones, pero la imagen de la Madre de los Dragones apareciendo mientras los hombres no saben qué hacer con el poder de esa mujer, vuelve a repetirse.

“Lannister. Baratheon. Stark. Tyrell. Son sólo rayos de una rueda. Éste está arriba, después el otro está arriba, y así sucesivamente, la rueda sigue girando, aplastando a aquellos debajo. Yo no voy a detener la rueda. Voy a romper la rueda.” Daenerys Targaryen lo expresa, se lo propone y lo planifica.

Tal vez Cristina Kirchner no se lo haya propuesto, ni lo haya planificado. Pero su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria. Paradojas: un liderazgo profundamente femenino de Ella, que nunca quiso identificarse con el feminismo.

Su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria.
Claro que encarna un proyecto político con logros, agenda y postulado. Claro que podemos describir desde la ideología lo que representa.

Pero también es cierto que Cristina vuelve y cambia la ecuación: la gente se siente más tranquila, los poderosos se ponen nerviosos. Y eso, es una elección de la Historia, más allá incluso de las personas elegidas.

Como si no hubieran aprendido nada de la experiencia del siglo pasado, el sistema político jurídico, empujado por la Embajada de Estados Unidos y sostenido por la corporación periodística, ensaya las respuestas de siempre: denuncias, persecución, amenaza de cárcel, tal vez hasta cárcel si no fuera que temen la reacción popular. Porque lo único que no pueden permitir es que vuelva a presentarse a una elección el año próximo, y vuelva a ganar.

El castigo a la figura de Cristina Kirchner es un castigo que busca ser aleccionador: no lo intenten, no lo intenten de nuevo. No tienen derecho a pelear por sus derechos, no tienen derecho a ser felices. El macrismo, la fuerza política con menos veleidades discursivas que ha dado este país, lo expresa con brutalidad y sin tapujos: creían que podían vivir bien, irse de vacaciones, ir al teatro, comer afuera. Vamos a demostrarles que no. Que no pueden, que eso es para unos pocos.

No persiguen sólo terminar con los logros de un proyecto político, sino con la memoria de la posibilidad de esos logros. No persiguen sólo terminar con las conquistas, sino castigar la idea de la lucha por esas conquistas.

Cristina Kirchner es la prueba viva, insoportablemente viva, irritantemente sonriente, de que no fue un sueño, ni un desvarío. Y que lo que fue, puede volver a ser.

El poder del dinero y el dinero del poder

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada.

Pero pone las cosas en su lugar.

Ni la corrupción es endémica, ni se cura con leyes de transparencia: los actos de corrupción son cometidos por hombres y mujeres, en el Estado o en las empresas privadas, que abusan de su poder y expresan no sólo falta de honestidad sino también de solidaridad y compromiso. Sólo un cambio cultural profundo, y la elección de hombres y mujeres que crean en dejar cada minuto de su vida para la construcción de un mundo mejor garantizan la transparencia en un gobierno, y en una sociedad.

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada. Pero pone las cosas en su lugar.
La enorme, inmensa mayoría de los funcionarios que ocuparon lugares de decisión en los doce años de gobierno kirchnerista no tienen denuncias de ningún tipo. Pero, sobre todo, en aquellas áreas del Estado donde los militantes y las nuevas generaciones políticas llevaron adelante la conducción, el manejo fue a todas luces transparente.

Otras áreas, como todas aquellas ligadas con el manejo de la obra pública, deben cuestionarse no sólo si desarmaron las matrices de corrupción existentes sino por qué no se modificó el patrón de contrataciones con las mismas empresas que han manejado los recursos durante décadas.

El poder del dinero y el dinero del poder dominan la escena político mediática desde hace años, pero ahora obscenamente. De unos y de otros.

En un país donde la enorme mayoría de la gente no tiene dinero para pagar la luz y el gas, sólo se habla de billetes y millones. Gobernados por millonarios que gastan y exhiben fortunas, o las esconden, plagados de denuncias sobre unos u otros, millones que se esconden en Panamá o que se entierran en los conventos.

Dónde y con quiénes

También la añoranza de un país donde se hablaba de valores, de solidaridad, del Otro, de la búsqueda de felicidad. Esto es lo que representa Cristina Kirchner y por eso ella y no otros, y un movimiento liderado por ella y no por otros, son la única posibilidad de volver a pensar y reconstruir otro tipo de sociedad.

No porque su gobierno esté indenme a las denuncias o cuestionamientos sobre hechos de corrupción, sino porque su figura representa el momento de mayor conciencia política de la sociedad en los últimos tiempos, y la conciencia política y la pertenencia a un proyecto colectivo son el alma de los movimientos emancipadores a lo largo de la historia.

Sólo como parte de un proyecto colectivo que cree en la libertad, la igualdad, la fraternidad, se busca con altruismo el bienestar general. ¿Todos los que formen parte de ese proyecto van a hacerlo? Claro que no. No existe el todos indiscutido o garantizado cuando estamos a merced de la condición humana, pero es cierto que el conjunto de valores que moldea un colectivo, y ese colectivo moldea a la vez a su líder, es el marco en el cual se avanza.

No es lo mismo pensarnos como compañeros, camaradas, hermanos, buscando la justicia y la igualdad, que como parte de la lucha egoísta a merced de la meritocracia.

En un mundo donde cada vez más se instala el miedo como fórmula de dominación, construir espacios colectivos no es un derecho: es un deber. Saber dónde queremos estar, y con quiénes queremos estar. Le pese a quien le pese, el kirchnerismo ya ha resuelto una parte de esa ecuación y por eso, cada vez que ella Vuelve, demuestra que está insoportablemente vivo.

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Un ejército de barones políticos, jueces, periodistas, hablando fuerte y decretando el fin del kirchnerismo y la desaparición de Cristina que entran en pánico apenas se pronuncia la palabra “Vuelve”.

Parece ser la marca de esta época.

Cristina ya fue.

Cristina no conduce.

Cristina ya no importa.

Cristina va a terminar presa.

Todos re serios, re enojados, re contundentes.

Una bravuconada tras otra. Mucho traje y café, y mirada a cámara.

Entonces alguien, en una red social, dice “Vuelve”, y miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera, y no la cuestiona y sabe que ella está, y vuelve.

Y ellos empiezan a hacer el ridículo. Dudan si correr para la foto, o hacer una denuncia, o pedir una encuesta. Se llaman, se preguntan. ¿Viene para quedarse? ¿Quiere ser candidata? ¿Cuándo se vuelve? Y proclaman que no van a verla, pero mueren por recibir un llamado. Y si reciben un llamado, se les quiebra la voz para contestarle.

Ella vuelve, con la serenidad de lo irreversible.

“Vuelve”. Miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera.
Este fin de semana ya no tenemos Game of Thrones, pero la imagen de la Madre de los Dragones apareciendo mientras los hombres no saben qué hacer con el poder de esa mujer, vuelve a repetirse.

“Lannister. Baratheon. Stark. Tyrell. Son sólo rayos de una rueda. Éste está arriba, después el otro está arriba, y así sucesivamente, la rueda sigue girando, aplastando a aquellos debajo. Yo no voy a detener la rueda. Voy a romper la rueda.” Daenerys Targaryen lo expresa, se lo propone y lo planifica.

Tal vez Cristina Kirchner no se lo haya propuesto, ni lo haya planificado. Pero su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria. Paradojas: un liderazgo profundamente femenino de Ella, que nunca quiso identificarse con el feminismo.

Su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria.
Claro que encarna un proyecto político con logros, agenda y postulado. Claro que podemos describir desde la ideología lo que representa.

Pero también es cierto que Cristina vuelve y cambia la ecuación: la gente se siente más tranquila, los poderosos se ponen nerviosos. Y eso, es una elección de la Historia, más allá incluso de las personas elegidas.

Como si no hubieran aprendido nada de la experiencia del siglo pasado, el sistema político jurídico, empujado por la Embajada de Estados Unidos y sostenido por la corporación periodística, ensaya las respuestas de siempre: denuncias, persecución, amenaza de cárcel, tal vez hasta cárcel si no fuera que temen la reacción popular. Porque lo único que no pueden permitir es que vuelva a presentarse a una elección el año próximo, y vuelva a ganar.

El castigo a la figura de Cristina Kirchner es un castigo que busca ser aleccionador: no lo intenten, no lo intenten de nuevo. No tienen derecho a pelear por sus derechos, no tienen derecho a ser felices. El macrismo, la fuerza política con menos veleidades discursivas que ha dado este país, lo expresa con brutalidad y sin tapujos: creían que podían vivir bien, irse de vacaciones, ir al teatro, comer afuera. Vamos a demostrarles que no. Que no pueden, que eso es para unos pocos.

No persiguen sólo terminar con los logros de un proyecto político, sino con la memoria de la posibilidad de esos logros. No persiguen sólo terminar con las conquistas, sino castigar la idea de la lucha por esas conquistas.

Cristina Kirchner es la prueba viva, insoportablemente viva, irritantemente sonriente, de que no fue un sueño, ni un desvarío. Y que lo que fue, puede volver a ser.

El poder del dinero y el dinero del poder

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada.

Pero pone las cosas en su lugar.

Ni la corrupción es endémica, ni se cura con leyes de transparencia: los actos de corrupción son cometidos por hombres y mujeres, en el Estado o en las empresas privadas, que abusan de su poder y expresan no sólo falta de honestidad sino también de solidaridad y compromiso. Sólo un cambio cultural profundo, y la elección de hombres y mujeres que crean en dejar cada minuto de su vida para la construcción de un mundo mejor garantizan la transparencia en un gobierno, y en una sociedad.

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada. Pero pone las cosas en su lugar.
La enorme, inmensa mayoría de los funcionarios que ocuparon lugares de decisión en los doce años de gobierno kirchnerista no tienen denuncias de ningún tipo. Pero, sobre todo, en aquellas áreas del Estado donde los militantes y las nuevas generaciones políticas llevaron adelante la conducción, el manejo fue a todas luces transparente.

Otras áreas, como todas aquellas ligadas con el manejo de la obra pública, deben cuestionarse no sólo si desarmaron las matrices de corrupción existentes sino por qué no se modificó el patrón de contrataciones con las mismas empresas que han manejado los recursos durante décadas.

El poder del dinero y el dinero del poder dominan la escena político mediática desde hace años, pero ahora obscenamente. De unos y de otros.

En un país donde la enorme mayoría de la gente no tiene dinero para pagar la luz y el gas, sólo se habla de billetes y millones. Gobernados por millonarios que gastan y exhiben fortunas, o las esconden, plagados de denuncias sobre unos u otros, millones que se esconden en Panamá o que se entierran en los conventos.

Dónde y con quiénes

También la añoranza de un país donde se hablaba de valores, de solidaridad, del Otro, de la búsqueda de felicidad. Esto es lo que representa Cristina Kirchner y por eso ella y no otros, y un movimiento liderado por ella y no por otros, son la única posibilidad de volver a pensar y reconstruir otro tipo de sociedad.

No porque su gobierno esté indenme a las denuncias o cuestionamientos sobre hechos de corrupción, sino porque su figura representa el momento de mayor conciencia política de la sociedad en los últimos tiempos, y la conciencia política y la pertenencia a un proyecto colectivo son el alma de los movimientos emancipadores a lo largo de la historia.

Sólo como parte de un proyecto colectivo que cree en la libertad, la igualdad, la fraternidad, se busca con altruismo el bienestar general. ¿Todos los que formen parte de ese proyecto van a hacerlo? Claro que no. No existe el todos indiscutido o garantizado cuando estamos a merced de la condición humana, pero es cierto que el conjunto de valores que moldea un colectivo, y ese colectivo moldea a la vez a su líder, es el marco en el cual se avanza.

No es lo mismo pensarnos como compañeros, camaradas, hermanos, buscando la justicia y la igualdad, que como parte de la lucha egoísta a merced de la meritocracia.

En un mundo donde cada vez más se instala el miedo como fórmula de dominación, construir espacios colectivos no es un derecho: es un deber. Saber dónde queremos estar, y con quiénes queremos estar. Le pese a quien le pese, el kirchnerismo ya ha resuelto una parte de esa ecuación y por eso, cada vez que ella Vuelve, demuestra que está insoportablemente vivo.

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Un ejército de barones políticos, jueces, periodistas, hablando fuerte y decretando el fin del kirchnerismo y la desaparición de Cristina que entran en pánico apenas se pronuncia la palabra “Vuelve”.

Parece ser la marca de esta época.

Cristina ya fue.

Cristina no conduce.

Cristina ya no importa.

Cristina va a terminar presa.

Todos re serios, re enojados, re contundentes.

Una bravuconada tras otra. Mucho traje y café, y mirada a cámara.

Entonces alguien, en una red social, dice “Vuelve”, y miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera, y no la cuestiona y sabe que ella está, y vuelve.

Y ellos empiezan a hacer el ridículo. Dudan si correr para la foto, o hacer una denuncia, o pedir una encuesta. Se llaman, se preguntan. ¿Viene para quedarse? ¿Quiere ser candidata? ¿Cuándo se vuelve? Y proclaman que no van a verla, pero mueren por recibir un llamado. Y si reciben un llamado, se les quiebra la voz para contestarle.

Ella vuelve, con la serenidad de lo irreversible.

“Vuelve”. Miles y miles lo repiten y celebran, y se pone de pie y en marcha ese pueblo kirchnerista como una marea que avanza, que está allí, que se abraza, que se sostiene mutuamente, que tiene paciencia y melancolía, que confía en ella y la espera.
Este fin de semana ya no tenemos Game of Thrones, pero la imagen de la Madre de los Dragones apareciendo mientras los hombres no saben qué hacer con el poder de esa mujer, vuelve a repetirse.

“Lannister. Baratheon. Stark. Tyrell. Son sólo rayos de una rueda. Éste está arriba, después el otro está arriba, y así sucesivamente, la rueda sigue girando, aplastando a aquellos debajo. Yo no voy a detener la rueda. Voy a romper la rueda.” Daenerys Targaryen lo expresa, se lo propone y lo planifica.

Tal vez Cristina Kirchner no se lo haya propuesto, ni lo haya planificado. Pero su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria. Paradojas: un liderazgo profundamente femenino de Ella, que nunca quiso identificarse con el feminismo.

Su liderazgo es hoy irremediablemente molesto y disruptivo para el aparato político y de poder tradicional. Un liderazgo sin intermedarios, que conjuga en cada vértice de ese encuentro tanto de corazón, como de razón, como de memoria.
Claro que encarna un proyecto político con logros, agenda y postulado. Claro que podemos describir desde la ideología lo que representa.

Pero también es cierto que Cristina vuelve y cambia la ecuación: la gente se siente más tranquila, los poderosos se ponen nerviosos. Y eso, es una elección de la Historia, más allá incluso de las personas elegidas.

Como si no hubieran aprendido nada de la experiencia del siglo pasado, el sistema político jurídico, empujado por la Embajada de Estados Unidos y sostenido por la corporación periodística, ensaya las respuestas de siempre: denuncias, persecución, amenaza de cárcel, tal vez hasta cárcel si no fuera que temen la reacción popular. Porque lo único que no pueden permitir es que vuelva a presentarse a una elección el año próximo, y vuelva a ganar.

El castigo a la figura de Cristina Kirchner es un castigo que busca ser aleccionador: no lo intenten, no lo intenten de nuevo. No tienen derecho a pelear por sus derechos, no tienen derecho a ser felices. El macrismo, la fuerza política con menos veleidades discursivas que ha dado este país, lo expresa con brutalidad y sin tapujos: creían que podían vivir bien, irse de vacaciones, ir al teatro, comer afuera. Vamos a demostrarles que no. Que no pueden, que eso es para unos pocos.

No persiguen sólo terminar con los logros de un proyecto político, sino con la memoria de la posibilidad de esos logros. No persiguen sólo terminar con las conquistas, sino castigar la idea de la lucha por esas conquistas.

Cristina Kirchner es la prueba viva, insoportablemente viva, irritantemente sonriente, de que no fue un sueño, ni un desvarío. Y que lo que fue, puede volver a ser.

El poder del dinero y el dinero del poder

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada.

Pero pone las cosas en su lugar.

Ni la corrupción es endémica, ni se cura con leyes de transparencia: los actos de corrupción son cometidos por hombres y mujeres, en el Estado o en las empresas privadas, que abusan de su poder y expresan no sólo falta de honestidad sino también de solidaridad y compromiso. Sólo un cambio cultural profundo, y la elección de hombres y mujeres que crean en dejar cada minuto de su vida para la construcción de un mundo mejor garantizan la transparencia en un gobierno, y en una sociedad.

¿Esto hace a su gobierno perfecto, a sus decisiones incuestionables, a sus funcionarios éticos? ¿Esto vuelve falsas las denuncias o la aleja de la posibilidad de ser cuestionada o investigada? Para nada. Pero pone las cosas en su lugar.
La enorme, inmensa mayoría de los funcionarios que ocuparon lugares de decisión en los doce años de gobierno kirchnerista no tienen denuncias de ningún tipo. Pero, sobre todo, en aquellas áreas del Estado donde los militantes y las nuevas generaciones políticas llevaron adelante la conducción, el manejo fue a todas luces transparente.

Otras áreas, como todas aquellas ligadas con el manejo de la obra pública, deben cuestionarse no sólo si desarmaron las matrices de corrupción existentes sino por qué no se modificó el patrón de contrataciones con las mismas empresas que han manejado los recursos durante décadas.

El poder del dinero y el dinero del poder dominan la escena político mediática desde hace años, pero ahora obscenamente. De unos y de otros.

En un país donde la enorme mayoría de la gente no tiene dinero para pagar la luz y el gas, sólo se habla de billetes y millones. Gobernados por millonarios que gastan y exhiben fortunas, o las esconden, plagados de denuncias sobre unos u otros, millones que se esconden en Panamá o que se entierran en los conventos.

Dónde y con quiénes

También la añoranza de un país donde se hablaba de valores, de solidaridad, del Otro, de la búsqueda de felicidad. Esto es lo que representa Cristina Kirchner y por eso ella y no otros, y un movimiento liderado por ella y no por otros, son la única posibilidad de volver a pensar y reconstruir otro tipo de sociedad.

No porque su gobierno esté indenme a las denuncias o cuestionamientos sobre hechos de corrupción, sino porque su figura representa el momento de mayor conciencia política de la sociedad en los últimos tiempos, y la conciencia política y la pertenencia a un proyecto colectivo son el alma de los movimientos emancipadores a lo largo de la historia.

Sólo como parte de un proyecto colectivo que cree en la libertad, la igualdad, la fraternidad, se busca con altruismo el bienestar general. ¿Todos los que formen parte de ese proyecto van a hacerlo? Claro que no. No existe el todos indiscutido o garantizado cuando estamos a merced de la condición humana, pero es cierto que el conjunto de valores que moldea un colectivo, y ese colectivo moldea a la vez a su líder, es el marco en el cual se avanza.

No es lo mismo pensarnos como compañeros, camaradas, hermanos, buscando la justicia y la igualdad, que como parte de la lucha egoísta a merced de la meritocracia.

En un mundo donde cada vez más se instala el miedo como fórmula de dominación, construir espacios colectivos no es un derecho: es un deber. Saber dónde queremos estar, y con quiénes queremos estar. Le pese a quien le pese, el kirchnerismo ya ha resuelto una parte de esa ecuación y por eso, cada vez que ella Vuelve, demuestra que está insoportablemente vivo.

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