Un dato que duele… 7 de cada 10 estudiantes aseguran que hay discriminación y bullying en la escuela pero los directivos no lo ven

A pesar de que hace más de 50 años que se habla del concepto de bullying como tal, las escuelas de todo el país no logran erradicar el problema, al menos entre la franja de los estudiantes más grandes. De acuerdo a un estudio de la organización civil Argentinos por la Educación, que toma como referencia las respuestas que brindaron estudiantes y directores de secundaria en todo el país en el operativo Aprender 2019, el 75,4% de los estudiantes del último año de secundaria reconocen que en la escuela suceden episodios de discriminación por el aspecto físico. Los expertos apuntan a que la concientización en estos últimos años dentro y fuera del aula fue insuficiente y que, si bien las redes sociales juegan un rol importante, el acoso cara a cara sigue siendo preponderante. Hay una diferencia marcada en la percepción de las situaciones de violencia entre alumnos y autoridades escolares.

El informe se propuso poner cifras concretas al clima social escolar tomando como referencia el dispositivo de evaluación de los aprendizajes de los estudiantes. Los números son preocupantes, según los analistas: el 67,7 por ciento respondió que suceden episodios de discriminación por características personales o familiares –religión, nacionalidad, género, discapacidad– y un 54,5 % registró amenazas o agresiones entre compañeros. «La discriminación por aspectos físicos resultó ser la más concluyente», sostuvieron los autores del estudio Alejandro Castro Santander (Observatorio de la Convivencia Escolar, Universidad Católica de Cuyo), Martín Nistal y Eugenia Orlicki (Observatorio de Argentinos por la Educación).

El informe arrojó también que, según el 8,3% de los alumnos, “siempre” se discrimina por aspectos físicos. Por otro lado, el 15,6% respondió que “la mayoría de las veces” se discrimina por aspectos físicos y el 51,5% responde que “algunas veces” sucede. En cuanto a las amenazas a otros compañeros, el 3,5% respondió que “siempre” suceden amenazas o agresiones a otros compañeros y el 6,5% que suceden “la mayoría de las veces”.

Otro de los datos que llamó la atención de los investigadores es que los directivos se mostraron más preocupados por el cyberbullying que por detectar situaciones de acoso en las aulas. Eso se desprende de que las respuestas que brindaron en los cuestionarios son muy disímiles. Según la percepción de los directores, la frecuencia de los episodios de discriminación y amenazas en la escuela es menor que la percibida por los estudiantes.

Con respecto a las amenazas o agresiones en redes sociales, más de la mitad de los estudiantes (52,8%) sostienen que esto no sucede nunca. Pero, a diferencia de los alumnos, los directores perciben que las amenazas o agresiones entre estudiantes en redes sociales suceden con más frecuencia que el resto de las situaciones mencionadas. «Este es un problema porque señala que estamos en frecuencias diferentes», remarcaron los especialistas consultados.

La percepción del clima de convivencia escolar varía, por otro lado, entre los estudiantes de distintas provincias. Las tres jurisdicciones con mayor proporción de alumnos que perciben dificultades de convivencia son Jujuy (43,4%), La Rioja (43,1%) y Catamarca (41,2%). Mientras que en el otro extremo se encuentran CABA (25,8%), La Pampa (28,3%) y Misiones (31,7%).

De acuerdo a Alejandro Castro Santander, lo que se está perdiendo de vista es que las agresiones por las redes sociales llegan después, pero antes hay una situación de acoso particular que ya está ocurriendo en la escuela y que hay que detectar a tiempo. «Cuando vemos las denuncias de casos esporádicos o de acoso en particular vía redes, lo que notamos es una continuidad de otras situaciones. No existirá un fenómeno de cyberbullying por si solo porque antes hay bullying», remarcó en diálogo con El Destape.

María Zysman, psicopedagoga y escritora del libro “Ciberbullying, cuando el maltrato viaja en las redes”, pidió que los números que arroja el informe se tomen «con pinzas» por el recorte temporal, que no incluye la pandemia de coronavirus, esa que acercó a los docentes a las nuevas tecnologías pero también extendió el tiempo de uso de celulares de los más chicos. No obstante, consideró que es importante «pensar que adultos y chicos están mirando cosas diferentes» para poder aunar criterios y llegar a resultados concretos.

«Hay que hacer la diferencia entre lo que es un discurso discriminatorio entre chicos y contextualizarlo. Pero hay apodos despectivos, gestos, bromas que inferiorizan y están naturalizando pero los adultos no lo ven porque están esperando el bullying más teórico, sin tener en cuenta que se construye a partir de pequeños gestos», remarcó Zysman, quien también dirige el equipo de diagnóstico, prevención e intervención de la organización Libres de Bullying.

En línea con lo que sostenía Castro, Zysman explicó que en los adultos «aparece permanentemente la idea de que se desarrolla todo en el espacio digital pero los chicos no diferencian estos dos espacios. Todo lo que sucede en el digital sucede también en la escuelas. Una burla en sí no es bullying pero lo puede construir a largo plazo, lo mismo que un apodo. No hay que naturalizar apodos con racismo, xenofobia, gordofobia. Hay que desarmar estereotipos, prejuicios».

En ese sentido, Castro remarcó que «lo que viene diciendo la experiencia en 50 años y los números es que hay que estar atentos a las transformaciones que encontramos en la cultura». En su análisis respecto al cyberbullying, destacó: «Ya cara a cara teníamos miles de conclusiones al respecto, ahora las redes lo complicaron mucho más y es importante entender el fenómeno porque se va a seguir complicando. La violencia va mutando, se va acomodando y aparece disfrazada de otra manera».
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Para Castro es imprescindible dejar de lado las respuestas improvisadas, que a veces generan aún más problemas, para planificar acciones y evitar que el rendimiento académico de los chicos se vea afectado por situaciones de violencia. «En un informe reciente, comprobamos que cuando un chico sufre violencia física, rinde 41 puntos menos en las pruebas PISA (El Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes) de matemática. Es decir, que retrocedieron un año en el aprendizaje. Del mismo modo, los que no se sienten parte de un grupo, rinden 67 puntos menos, lo que equivale a 1.7 años de no aprender», indicó.

Zysman explicó que «cuando uno está dedicado desde la emocionalidad a defenderse o controlar de dónde viene el ataque o piensa constantemente en qué hizo mal para que nadie lo quiera es muy difícil disponer de energía para dedicarla a otra cosa». Esta afirmación dijo que también se aplica al chico que agrede a otro. «El que lo hace tampoco aprende porque está permanentemente controlando que no se le escape el poder. Tiene miedo a que aparezca otro y le haga a él eso mismo. Son chicos que leen el mundo entre las personas con poder/personas sin poder», amplió. Que las familias reclamen respuestas inmediatas, desde su angustia por las situaciones que están atravesando, tampoco ayuda, según explicó.

Por eso, la psicopedagoga experta en bullying recomendó ante todo a los padres y madres que quieren ayudar a sus hijos que «tengan la confidencialidad como primera norma». «Cuando una mamá está desbordada, comete errores a veces como llamar a otros padres y exponer a los hijos. Pero tienen que escucharlo y no darle respuestas inmediatas porque después los chicos no pueden hacer que que los padres quieren ni lo que ellos quieren, por eso hay que buscar los propios recursos para cada situación», agregó.

En el caso de los chicos que están del otro lado de la agresión, destacó que «hay que ver qué está buscando con eso». «Puede ser éxito, sentirse a salvo, diversión. El que hace bullying prefiere que se lo mire por ser el malo del curso a no ser nadie. Lo importante es ver qué es lo que le está faltando para ver cómo le ofrecemos una manera de encontrarlo de forma saludable sin que dañe a otro», amplió.

En cuanto a las recomendaciones para docentes, concluyó: «Lo inmediato tiene que ser el cuidado de los chicos: esto implica cuidar al ‘victimizado’, desarmar al grupo que lidera la agresión y trabajar con los espectadores que apoyan a ese grupo. Y eso no se logra en una semana». Por su parte, Castro sostuvo: «Estamos llegando tarde al fenómeno y sabemos por experiencia que se puede anticipar y que hay muchos indicadores que muestran los malos climas».

Fuente: eldestapeweb.com

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